La (in)cultura preventiva
Desde
hace años es muy frecuente hablar de “cultura preventiva” o de “cultura de la
prevención” en el ámbito empresarial, con el objetivo de reforzar la prevención
y la seguridad dentro de la propia cultura organizacional.

Durante el análisis del accidente la Agencia Internacional de Energía Atómica identificó una “pobre cultura de la seguridad” como factor contribuyente al desastre.
Suele
sostenerse que la “cultura” es el verdadero motor de cualquier organización. Aglutina
a sus integrantes entorno a unos profundos patrones que constituyen un “producto”
colectivo en constante evolución, reforzado por la suma de las individualidades
que lo construyen.
El
éxito de estas estructuras radica en los valores compartidos, las normas y los
significados manifestados detrás de unos símbolos, mitos, rituales… y lo más
importante, el sentido de identidad generado a sus integrantes consolida la generación
de compromisos.
En la
actualidad existen innumerables empresas en todo el globo con potentísimas
culturas corporativas. Pero, ¿qué sucede con la cultura preventiva? ¿se integra
real y efectivamente en éstas?

Muchas
otras obvian la obviedad. Todo lo que conlleva a la creación de espacios de
trabajo más seguros, todas las medidas que se lleven a cabo para evitar
accidentes, enfermedades profesionales, … debe constituir una de las piedras
angulares de cualquier organización e incorporarse, integrarse y definirse
claramente en la cultura corporativa.
No
basta con identificar una política o elaborar unas instrucciones, se deben
crear valores y significados a nuevos símbolos, mitos y rituales que generen
compromisos con y para la seguridad y salud de todos los integrantes.
En definitiva, la cultura preventiva no debería ser más que aspectos integrados dentro de la cultura organizacional…
En definitiva, la cultura preventiva no debería ser más que aspectos integrados dentro de la cultura organizacional…
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