El mito de la percepción amenazada
En
nuestra infancia somos capaces de admitir debilidades que
posteriormente, ya en la adolescencia, pocas veces lo haremos del mismo
modo (por no decir que intentaremos ocultarlas e incluso revertirlas).
Ligado
a esto, lo mismo ocurre con la percepción del riesgo: la evolución es
tal y tan condicionada que de un día para otro somos capaces de percibir
el mismo escenario, con diferentes matices. Ello nos lleva en ocasiones
a asumir riesgos innecesarios y cometer imprudencias.
La
formación e información son pilares fundamentales para que seamos
capaces de matizar dicho escenario, sin olvidar claro está, los aspectos
actitudinales de cada persona. La actitud es capaz de influir de tal manera que resulta determinante.
Otros aspectos influyentes en nuestra percepción son la experiencia previa (en especial si aquel escenario lo hemos vivido antes), el estado de ánimo (ligado a nuestro nivel de alerta), el nivel de protección, etc. En casos extremos, muy singulares, podemos observar conductas que están detrás de algun trastorno el cual es capaz de distorsionarnos o deformarnos la percepción de una determinada "realidad" observada.
- Uno de ellos es el conocido como "síndrome de Peter Pan", una alteración caracterizada por la inmadurez de la persona en ciertos aspectos psicológicos, sociales y sexuales.
En estos casos, la percepción del riesgo resulta muy deficiente pues asimilamos nuestro entorno como si fuéramos un@ niñ@.
La inexperiencia y el desconocimiento nos enmarcan en un cuadro donde el protagonista "no quiere" o "no sabe" asimilar una situación de peligro o un riesgo imminente, pues entenderlo sería sinónimo de madurez, crecimiento, ...
- Otro ejemplo es el "síndrome de Alicia en el país de las maravillas", un trastorno neurológico también conocido como "Micropsia", basado en una alteración de la percepción: los objetos se aprecian mucho más pequeños de lo que son en realidad y al mismo tiempo, lejanos.
Esto nos lleva a plantear que en dicha situación, además de posible paranoia, la persona es incapaz de percibir la posible gravedad o magnitud de un peligro, de un riesgo... o se es capaz de asumirlo convencid@ de que ese riesgo es mucho menor de lo que es en realidad.
En cualquier caso, nuestra percepción determinará cómo gestionamos esa situación, cómo nos protegemos o cómo evitaremos el posible perjuicio.
Si existe una percepción inexacta o deficiente, nos adentraremos en el convencimiento equivocado de que aquello que tenemos delante, que debemos usar o que debemos utilizar es en realidad algo menos dañino e incluso inofensivo... hasta que "veamos las orejas al lobo".
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