El efecto Flash

En materia de seguridad vial, la Comisión Europea de Movilidad y Transportes considera que el exceso de velocidad no sólo aumenta el riesgo de sufrir un accidente, sino que también multiplica la gravedad de sus consecuencias.

Hasta aquí, casi tod@s conocemos y coincidimos en que, aunque en ocasiones nos sumemos a estos comportamientos, nuestra conducta en algunos casos puede conducirnos a la asunción de determinados riesgos o aumentar los existentes, innecesariamente.
Jamás compensará asumir estos riesgos por el "beneficio" que conseguiremos. Es decir, de circular a 120 Km/h o 200 Km/h, con la configuración habitual de las vías, el logro consistirá en salir indemne de dicha situación, ya que en tiempo, por ejemplo, no adelantaremos más que unos pocos minutos...


Y es que determinadas culturas y sociedades favorecen en que los ciudadanos y ciudadanas que la componen asuman riesgos, innecesarios generalmente, por el mero hecho de poner a prueba y  manifestar su virilidad, "hombría", poder o condición.

Esta asunción de riesgos es más común en el sexo masculino, por ejemplo y en lo concerniente a la carretera y la conducción, si hubiese un estudio que concluyese en "La velocidad a la que circulas es inversamente proporcional al tamaño del pene", estaríamos diariamente inmersos en atascos provocados por hombres que circulan a velocidad reducida...

Pero no, en estos casos asociamos la velocidad y la potencia con poderío y supremacía, al igual que pasa en otros ámbitos y en otras circunstancias: "He llegado antes que tú", "Mira cómo te he adelantado" o hasta de terceras personas "Buah, mira aquel cómo va..."

Lamentablemente, nos impresiona más la velocidad a la que circula un vehículo, que la capacidad i destreza de quien lo conduce. Por que respetar las normas no está bien visto y no valoramos y premiamos al que las obedece. 


El ordenamiento jurídico (el conjunto de normas que rigen un lugar determinado, en una época concreta) de algunos países, se basan en el concepto "lo que no está expresamente permitido, está prohibido", por contra, países como España se basan en el principio antónimo: "lo que no está expresamente prohibido, está permitido".

En consecuencia, nuestros actos pueden ir encaminados, en el primer caso, a limitarme a hacer todo aquello que me permiten; y en el caso contrario, hacer las triquiñuelas o trampas necesarias para hacer de algún modo, algo que no me permiten...

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