¿Estamos seguros de lo que comemos?



En alimentación, frecuentemente relacionamos precio con calidad y rara es la vez que lo asociamos a seguridad. 
A diferencia del “alimento sano”, se entiende por “alimento seguro” aquel que está libre de contaminación por bacterias, virus, parásitos, sustancias químicas u otros agentes externos. El sano es aquel que nos aporta la energía y nutrientes necesarios.

 

El principal responsable de la contaminación de los alimentos es el ser humano, especialmente durante su manipulación y preparación; y la principal fuente, las manos.

Por otro lado, el deterioro de los alimentos también altera sus características (sabor, aroma, color, apariencia, textura, etc.), su composición y su valor nutritivo, por lo que merma en términos generales, su seguridad.




Los Estados intentan proteger nuestra salud estableciendo normas para controlar la calidad de los alimentos, por ejemplo, en el uso de substancias químicas, aditivos… pero, ¿qué pasa con los alimentos llamados orgánicos?



Estos productos agrícolas o agroindustriales evitan el uso de productos sintéticos (pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales), bajo procedimientos denominados “orgánicos”. Estos procesos contemplan, entre otros, el uso de abono que proviene de animales y humanos (orina, heces), restos vegetales de alimentos, restos de cultivos de hongos comestibles u otras fuentes orgánicas.



Los alimentos orgánicos son un ejemplo de alimentos sanos, de calidad, pero de dudosa seguridad. Es fácil contaminar un producto similar mediante el uso de heces u orina animal, especialmente, si el alimento entra en contacto con la tierra abonada (cebollas, lechugas, zanahorias, etc.) ya que el abono utilizado proviene de los intestinos, en forma de heces, donde se halla la mayoría de microorganismos contaminantes.

Estos microorganismos pueden ser deteriorantes del alimento (no causan enfermedad) o patógenos, transmitiendo una enfermedad que, llevada al extremo y si ataca a un gran número de consumidores, se puede convertir en epidemia.




Es importante entonces, que ante el consumo de estos alimentos orgánicos garanticemos su desinfección, mediante otros productos antes del consumo, para gozar de este evitando así los daños a nuestra salud. Se recomienda lavar con lejía o similares, por ejemplo, los alimentos de este tipo antes de su consumo.



Por otro lado, la contaminación en otros alimentos se puede efectuar de diversas y diferentes maneras, siendo la más frecuente la “contaminación cruzada” en la manipulación de los alimentos durante su producción, su envasado y su preparación (en la cocina).


La pregunta entonces es: ¿estamos seguros con lo que comemos? Si, si conocemos su origen, el trato que ha recibido durante su producción, y el que recibe en su preparación (congelación, cocción, etc.) cuidando especialmente, el tiempo de cocinado que necesita cada grupo de alimento. Solo así podemos garantizar que un alimento, cualquiera, no vulnerará nuestra salud.

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